A veces surgen traumas infantiles debido a situaciones que generan miedo intenso o porque no se poseen la madurez y habilidades necesarias para manejarlas.
Las situaciones más comunes que pueden generarlos son: el acoso escolar, los abusos sexuales, los malos tratos, la violencia doméstica, experiencias cercanas a la muerte o con desastres naturales; pero los constantes reproches y desprecios o la soledad por parte de alguna de las figuras de apego también dejan huella en la infancia.
La sintomatología principal es irritabilidad, tristeza, confusión, baja atención, insomnio y pesadillas pudiendo desencadenar en la etapa adulta diferentes fobias, inestabilidad emocional, bajo autocontrol, ansiedad y depresión, así como, dificultades para relacionarse con su entorno.
Si crees que una situación traumática continúa presente en tu día a día, pide ayuda.