Desde pequeños escuchamos frases positivas o negativas sobre nuestro carácter y posibilidades, por ejemplo, nos dicen que somos malos estudiantes, que somos torpes o que somos buenos y tranquilos. Aunque en principio puede parecer que estos mensajes que nos transmiten no pueden influir en nuestro futuro desarrollo, lo cierto es que si nos influyen, ya que no sólo se encuentran directamente vinculados con nuestra autoestima sino también con nuestro comportamiento.
Que nos repitan continuamente cómo somos nos acabará convenciendo de que somos así y actuaremos así.
Por tanto, nuestras creencias tienen el poder de influir sobre nuestras capacidades, potenciándolas o mermándolas.
Esto hace que se forme una cadena de retroalimentación en la que no sólo los mensajes que nos transmiten influyen en nuestra conducta, si no que nuestra confianza y seguridad se refleja en nuestra posterior forma de comportarnos, formándose así el entorno una imagen de nosotros.
Debemos cuidar lo que decimos a los demás de forma negativa y ser conscientes de la influencia que podemos ejercer de forma involuntaria tratando de transmitir siempre mensajes positivos.