La autonomía en los niños es uno de los pilares básicos y objetivo prioritario en su educación, ya que poder realizar por sí mismos las tareas propias de su edad les aporta múltiples beneficios, pero muchos padres sin darse cuenta los sobreprotegen en exceso, en ocasiones por padecer alguna enfermedad, provenir de familias desestructuradas o simplemente, por temor a que dicha independencia les desautorice.
Un niño con escasa autonomía se muestra dependiente, retraído, con problemas para llevar la iniciativa, inseguro, con baja tolerancia a la frustración y autoestima, y en ocasiones, con dificultades en la escuela y para relacionarse con sus iguales.
Promover la autonomía en los hijos desde que son pequeños, los hará más maduros, con mayor capacidad de pensamiento consecuencial para prever el éxito o fracaso de sus acciones, así como mayor seguridad y responsabilidad para tomar decisiones.
Los hábitos básicos de autonomía que se deben instaurar giran en torno a: higiene, vestimenta, alimentación, normas en sociedad y en el hogar, etc.
A partir de los 3 años, el niño puede comunicar lo que desea y realizar pequeñas tareas como: recoger sus juguetes, dormir solo, comer solo, saludar, disculparse, etc. Siempre con supervisión.
Hasta los 8 años, se introducen rutinas más complejas relacionadas con la escuela y el hogar, para que el menor adquiera la responsabilidad y el hábito necesarios en ambos entornos. Por ejemplo: hacer la tarea, estudiar, ayudar en tareas domésticas, etc.
En la adolescencia, ya existe plena conciencia de sus errores, por lo que pueden anticiparlos, así que desde los 8 años, hasta dicha etapa deberán aprender a planificar su tiempo, dar prioridad a sus tareas, etc.
Se debe tener en cuenta, que son hábitos, por lo que hay que ser constantes, tener paciencia, conceder el suficiente tiempo al niño para que ejecute la tarea cuando es pequeño hasta que aprenda, presentarle retos adecuados a su edad y su capacidad (al principio como juegos hasta crear el hábito), no desanimarlos o burlarse, siempre reforzar sus intentos y logros, añadiendo explicaciones claras y breves si no realiza del todo bien la labor.
En conclusión, otorgando autonomía a los hijos, se refuerzan sus habilidades cognitivas, coordinación, psicomotricidad, autoestima, independencia, inteligencia emocional y responsabilidad, así que se puede decir que vale la pena intentarlo ¿no?
Un niño con escasa autonomía se muestra dependiente, retraído, con problemas para llevar la iniciativa, inseguro, con baja tolerancia a la frustración y autoestima, y en ocasiones, con dificultades en la escuela y para relacionarse con sus iguales.
Promover la autonomía en los hijos desde que son pequeños, los hará más maduros, con mayor capacidad de pensamiento consecuencial para prever el éxito o fracaso de sus acciones, así como mayor seguridad y responsabilidad para tomar decisiones.
Los hábitos básicos de autonomía que se deben instaurar giran en torno a: higiene, vestimenta, alimentación, normas en sociedad y en el hogar, etc.
A partir de los 3 años, el niño puede comunicar lo que desea y realizar pequeñas tareas como: recoger sus juguetes, dormir solo, comer solo, saludar, disculparse, etc. Siempre con supervisión.
Hasta los 8 años, se introducen rutinas más complejas relacionadas con la escuela y el hogar, para que el menor adquiera la responsabilidad y el hábito necesarios en ambos entornos. Por ejemplo: hacer la tarea, estudiar, ayudar en tareas domésticas, etc.
En la adolescencia, ya existe plena conciencia de sus errores, por lo que pueden anticiparlos, así que desde los 8 años, hasta dicha etapa deberán aprender a planificar su tiempo, dar prioridad a sus tareas, etc.
Se debe tener en cuenta, que son hábitos, por lo que hay que ser constantes, tener paciencia, conceder el suficiente tiempo al niño para que ejecute la tarea cuando es pequeño hasta que aprenda, presentarle retos adecuados a su edad y su capacidad (al principio como juegos hasta crear el hábito), no desanimarlos o burlarse, siempre reforzar sus intentos y logros, añadiendo explicaciones claras y breves si no realiza del todo bien la labor.
En conclusión, otorgando autonomía a los hijos, se refuerzan sus habilidades cognitivas, coordinación, psicomotricidad, autoestima, independencia, inteligencia emocional y responsabilidad, así que se puede decir que vale la pena intentarlo ¿no?