Seguro que alguna vez has estado viendo una película y has llorado con el protagonista, has visto a alguien bostezar y unos segundos más tarde has hecho lo mismo o te han dado ganas de reír al escuchar a otro haciéndolo. Este contagio emocional se debe a nuestras neuronas espejo, que en busca de hacernos sentir más integrados en nuestro entorno, nos dotan de la capacidad de que se nos contagien las emociones de los demás. Por supuesto, cada persona tiene esta capacidad en mayor o menor medida, según su nivel de empatía, ya que hay personas extremadamente sensibles y otras que requieren de un vínculo afectivo para ello.
El contagio emocional no es lo mismo que la empatía, ya que el primero es más superficial y momentáneo; y todo es bueno en su justa medida.
Por tanto, si nos rodeamos de personas que son positivas es más probable que nos contagiemos de su alegría, sentido del humor y actitudes, pero en ocasiones no tenemos elección y tenemos que compartir tiempo con gente muy pesimista, pareciendo que nos absorbe nuestra vitalidad y nos transmite su mal humor y negatividad. Ante un contacto habitual con este tipo de personas, te recomendamos que intentes poner tú la perspectiva racional, no centrándote en su punto de vista, intentar «darle la vuelta a la tortilla» y no seguir su espiral de quejas, si esa persona no cambia al menos no dejes que te cambie a ti. En el caso de que tu seas esa persona negativa, lo primero es hacerte consciente de los momentos en que estás haciéndolo, si siempre piensas así o solo en ocasiones puntuales, y sobre la marcha intentar corregir esos pensamientos y actitudes que no te benefician.