Cuando somos niños nuestro grado de conciencia es menor para saber lo que debemos hacer o se espera de nosotros, por lo que no tenemos miedos previos y nos atrevemos a conocer y experimentar cosas nuevas, pero conforme crecemos nuestra confianza se resiente por las experiencias previas y expectativas del entorno generándonos inseguridad.
La inseguridad hasta cierto punto es normal, por ejemplo a la hora de tomar decisiones importantes, pero cuando se generaliza a lo cotidiano, nos trae sentimientos de inferioridad, irritabilidad y egocentrismo.
Seguro que conocemos a más de una persona, que requiere constante aprobación de los demás para realizar pequeñas cosas, que reclama nuestra atención constantemente o se muestra muy competitiva, todo esto son consecuencia de la inseguridad emocional.