Existen ocasiones en que la vida no es sencilla, por ejemplo, cuando somos víctimas de experiencias traumáticas, como atracos, violaciones, enfermedades graves, accidentes de tráfico, etc. Perder a un ser querido siempre es difícil, aunque sea una persona mayor o se encuentre enferma desde hace tiempo, no estamos preparados para afrontar el sentimiento de perder a quienes queremos, pero ante determinadas circunstancias en que esto se produce de forma imprevista o transgrede nuestra comprensión del ciclo de vida (como perder a un hijo/a), se desencadenan múltiples pensamientos que nos atormentan, cuestionando nuestra capacidad para reaccionar y actuar durante estos momentos e invalidando nuestra valía frente a la de la persona que hemos perdido. ¿Por qué yo sigo vivo/a?, ¿Por qué no lo evité?, ¿Por qué no me di cuenta antes?.
Desgraciadamente hay circunstancias que escapan a nuestro control y culpabilizarnos no las cambiará ni nos ayudará.
Cuando estamos pasando por estos momentos, debemos darnos un tiempo para asumir la situación, ya que no somos máquinas, pero no debemos perder el contacto con nuestro «núcleo de apoyo», debemos reinstaurar nuestra rutina diaria lo antes posible, ayudar a los demás para aumentar nuestro sentimiento de utilidad y hablar sobre lo sucedido cuando nos sintamos capacitados para ello.