Tenemos millones de cosas por hacer que en ocasiones no dejamos de aplazar día tras día y aunque esto nos puede generar sensación de agobio parece que no somos capaces de romper este círculo vicioso. La apatía es la falta de motivación o entusiasmo para llevar a cabo alguna actividad o tarea. La apatía puede presentarse de forma paralela a la ansiedad o la depresión pero también en determinadas épocas de nuestra vida en las que nos sentimos más perdidos o confusos. La apatía no es solo un aspecto cada vez más común entre los jóvenes, que parecen no experimentar emoción con ningún aspecto de su entorno e incluso llegar a mostrar dificultades para sensibilizarse o conectar con los acontecimientos que los rodean, si no que también está afectando a muchos adultos. Independientemente de las circunstancias personales de cada uno, las elevadas expectativas que tenemos desde niños más la realidad cambiante nos pueden llevar a frustrarnos con mayor facilidad y provocar un elevado estado de apatía que nos bloquea e impide seguir avanzando en nuestra vida, llegando a sentirnos prisioneros o meros espectadores en ella. Cuando tenemos apatía podemos experimentar frecuentes sentimientos de tristeza, abatimiento, irritabilidad, incapacidad para disfrutar, desmotivación, problemas para concentrarnos o memorizar, dificultades para conciliar el sueño, inestabilidad en los hábitos alimenticios, dolores de cabeza, aislamiento y/o deterioro en las relaciones sociales.
Mis consejos son:
-Rodearnos de personas que no nos transmitan más apatía o tristeza.
-Implicarnos en actividades de nuestro entorno.
-Marcarnos metas o proyectos.
-Practicar ejercicio, evitando establecer una vida sedentaria.
-Emplear un lenguaje positivo.