La distimia, es un trastorno afectivo cada vez más frecuente, se da en un 3-5% de la población, sobretodo en mujeres antes de los 21 años, aunque también puede surgir tras dicha edad.
No se sabe muy bien su origen, ya que influyen diversos factores como la genética, aspectos psicosociales (desarraigo y falta de estimulación positiva durante la infancia), y encontrarse sometido a constantes situaciones estresantes o ser muy exigentes.
Su principal sintomatología es:
-Constantes altibajos en el estado de ánimo.
-Tendencia a la irritabilidad, tristeza, agresividad, desesperanza,…
-Insomnio o hipersomnia.
-Problemas para mantener la concentración y memorizar.
-Tendencia a somatizar, produciéndose cefáleas, vértigo, fatiga crónica.
-Baja tolerancia a la frustración y baja autoestima.
-Dificultad para tomar decisiones, pensamientos de muerte sin ideación suicida.
-Aislamiento social.
Es un trastorno en el que se obtienen buenos resultados con fármacos, normalmente antidepresivos, y terapia psicológica, pero debemos tener en cuenta que su duración suele ser bastante prolongada (incluso años), requiriendo supervisión psiquiátrica y psicológica para prevenir las recaídas.
Las personas distímicas suelen presentar problemas en casi todos sus entornos (familiar, laboral y personal), debido a su elevada irritabilidad que les hace tener baja tolerancia a la frustración y frecuentes discusiones.
Suele presentarse de forma concomitante con otros trastornos como: depresión mayor, trastornos alimentarios, consumo de sustancias adictivas, fobia social, agorafobia, etc.