Todos tenemos miedo a recaer en algo (enfermedad física, psicológica, adicción, etc.) que nos haya generado daño, inquietud o desasosiego. De hecho, el miedo es una respuesta razonable y en algunos casos positiva, ya que nos ayuda a mantenernos alerta; pero cuando dicha reacción se mantiene en el tiempo, acompañada de frecuentes pensamientos reiterativos y constantes sobre la posibilidad de recaer en la situación temida, llegando a paralizarnos y provocar otros trastornos como: ansiedad o depresión, debemos solicitar ayuda psicológica.
El miedo a las recaídas, suele ser el mayor problema emocional tras finalizar los tratamientos, sobretodo, los pacientes oncológicos, adictos a algún tipo de sustancia tóxica, o que padecen algún trastorno psicológico como: trastornos alimentarios, fobias, etc.
Las personas son más vulnerables a las recaídas si presentan: miedo e incertidumbre, negación, actitud defensiva, se marcan límites inquebrantables o inalcanzables, etc.
Suelen presentar: baja autoestima, inseguridad, ansiedad, depresión, sentimientos de frustración e impotencia, dependencia, angustia e incertidumbre, apatía, irritabilidad,…
La recaída es bastante común que suceda dentro del mismo proceso de recuperación de la persona, aspecto que no significa que todas las personas deban pasar por ella, ni que tampoco deba usarse como pretexto o excusa; pero si podemos emplearla para ayudarnos a distinguir la sintomatología que nos servirá de «alarma» ante las recaídas futuras.
Las recaídas normalmente siguen varias fases:
-Desequilibrio en el estilo de vida, en el que se vuelven a realizar antiguos comportamientos inadecuados.
-Deseos de satisfacción inmediata.
-Expectativas positivas y exageradas de nuestra conducta de recaída.
-Pensamientos negativos que nos «autorizan» a recaer juatificándonos.
-Decisiones aparentemente irrelevantes que perpetúan el mal hábito.
-Exposición a situaciones de alto riesgo.
-Recaída.