A veces nos boicoteamos a nosotros mismos, frustrando nuestros intentos por lograr algo, sabemos lo que tenemos que hacer, pero lo vamos aplazando o vamos en contra de lo que necesitamos o realmente deseamos hacer. ¿Por qué parecemos masoquistas?
Cuando tenemos que estudiar, ¿por qué nos apetece más salir?, cuando tenemos que dedicarnos tiempo, ¿por qué no podemos parar de hacer cosas?, cuando acabamos de salir de una relación amorosa, ¿por qué necesitamos estar con alguien cuanto antes?
Nosotros sin querer, provocamos que nos invadan los sentimientos negativos, generándonos un conflicto interno entre lo que tenemos que hacer y lo que finalmente acabamos haciendo, enfadándonos con nosotros mismos por volver a actuar de la misma forma que en experiencias anteriores.
Aunque esta forma de actuar parece absolutamente ilógica, también tiene un sentido, ya que buscamos la satisfacción inmediata y evitar todo lo que nos genera malestar, priorizando esto, aunque «a posteriori» nos perjudique.
Lograr una meta a largo plazo, en muchas ocasiones, nos obliga a restringirnos, sacrificándonos en algunos aspectos, como, por ejemplo: cuando llevamos a cabo una dieta, al comienzo debido a nuestra motivación la ejecutamos bien, pero conforme pasan los días, los pensamientos negativos y la ansiedad nos invaden, y nos hacen decaer en nuestro empeño, comiendo de forma compulsiva todo lo que no habíamos podido ingerir hasta el momento.
El truco está en que cuando nos marcamos una meta a largo plazo, debemos instaurar durante el proceso momentos de autorefuerzo, en los que no nos sintamos mal y evitemos que nuestros objetivos parezcan eternos.